Reflexiones Dominicales
Del Ministerio en línea De la Universidad de Creighton

27 de Mayo, 2012 - [ En Inglés / In English ]

Escrito por el Padre Larry Gillick, de la Compañía de Jesús.
El Centro Deglman de la Espiritualidad de San Ignacio
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LECTURAS

Domingo de Pentecostes
[63] Hechos 2:1-11
Salmo 104:1+24, 29b-30, 31+34
Galatas 5:16-25 (Year B) or 1 Cor 12:3b-7, 12-13
San Juan 15:26-27, 16:12-15 (Year B) o San Juan 20:19-23

Para Ponderar

Todas las relaciones fructíferas comienza entre el misterio y continúan así aunque el ser se vaya revelando continuamente.

Es un elogio cuando le dices a tu esposo, a un miembro de tu comunidad, o a un amigo cercano que no los puedes descifrar, que son un misterio. Cuando desciframos algo, como el cubo de Rubik, los hacemos a un lado; el resolver es el principio del aburrimiento.

La gente enamorada quiere saber de su ser amado, y gracias a Dios, siempre hay algo mas por saber y esto es lo que forma la base del amor continuo de la relación. Si ya conocemos todo sobre cualquier objeto, como un reloj o una computadora, entonces sabemos controlar con facilidad el objeto. Las personas no son objetos y no deben ser controladas.

La perfecta relación de amor es la de entre Dios, el Amante, y nosotros como los amados. Dios y nosotros, somos misteriosos aunque Dios, el Divino Creador, ha estado en el proceso de revelación por milenios. Hemos pasado años revelándonos a otros y a nosotros mismos y aun así admitimos humildemente que tampoco podemos entender nuestros misterios.

Preferiríamos poder entender completamente a Dios y no amarlo, y así saber como tratar a Dios como un objeto para poder controlarlo. Tampoco Dios nos ve como objetos, sino, que juntos, estamos en una relación llamada vida.

Reflexion

Hay bastante tiempo que se la pasan sentados y reunidos en la Primera Lectura y en el Evangelio de hoy en la celebración de Pentecostés. Escuchamos que están reunidos en Jerusalén para celebrar la Festividad de las Primicias, o la celebración de las primeras colectas de la cosecha del trigo. Fue la segunda de las tres fiestas más importantes de la tradición judía. La primera fue la Fiesta de la levadura, o Pascua. La tercera fue la Fiesta de los Tabernáculos, celebrando el cultivo de las uvas y los olivos.

De hecho Pentecostés en Griego significa  “cincuenta días” o siete semanas, por eso el nombre de la festividad es, “Fiesta de las Primicias”. Era una celebración comunal de la fidelidad abundante de Dios hacia los judíos por que les dio tierras fértiles. Estaban reunidos para dar gracias y compartir el cultivo.

Los que escuchamos de los Hechos de los Apóstoles es la historia de la misma fidelidad de Dios de propiciar una nueva cosecha y un nuevo sentido de que la tierra es un lugar sagrado.

Con la venida del Espíritu Santo ya no podían quedarse solamente sentados. Había un tipo de fuego interior que se encendió que necesitaba ser esparcido. Gente de varias regiones distantes vinieron, escucharon, y fueron invitados a escuchar y luego a regresar con ese fuego y con ese Espíritu.

Para los creyentes judíos Pentecostés fue una celebración de cosecha. Para la comunidad Cristiana es la celebración de que Dios cultiva el Espíritu Santo para lograr una cosecha de cultivadores. El aspecto más difícil de nuestro Pentecostés es que ya no nos podemos quedar solamente sentados. El evangelio de San Juan presenta en una manera diferente a Jesús mandando el Espíritu y los resultados son los mismos. En vez de solamente estar sentados, se enfoca más en enviar. Pablo escribe más al respecto en nuestra Segunda Lectura. Hay solo Un Espíritu que puede hacerse presente o manifiesto en “hechos” diferentes y este espíritu produce “todos estos hecho en todo mundo.”

Cuando Dios fue a ver a Adán y a Eva en el Libro de Génesis, se estaban escondiendo, por que habían negado quienes eran y deseaban ser como Dios. Cuando Jesús viene, en el Evangelio de hoy, buscando a sus discípulos que habían negado quienes eran, Jesús también los encuentra escondidos. Es el tiempo de la Resurrección y Jesús los saludo con “paz” dos veces y luego hace dos cosas maravillosas. Les pasa la misión que El había recibido. Luego respira sobre de ellos y les ofrece el mismo aliento o Espíritu que había traído orden al caos contado en el Libro de Génesis. Les esta diciendo que EL fue mandado al mundo para traer orden a la vida de todos, para que ellos también, que son encarnaciones del Espíritu sean mandados a llevar orden al caos. Cuyo caos será ordenado, tendrán orden, y quienes conserven el caos como una forma de vida, se quedaran con caos.

Los discípulos que acaban de ser visitados estaban en desorden personal y colectivo. Habían huido de la Luz, El Camino, La Verdad, y La Vida. Jesús viene, no a acusarlos, ni a condenarlos, pero a convencerlos que sus vidas fueron bendecidas y podrían ser una bendición si le permitieran al Espíritu respirar dentro y a través de ellos.

En la narración de la oración de Génesis, el Dios creador, que a respirado un espíritu de orden, se le atribuye la frase que dice, “hágase la luz”, y “hágase la vida.” Jesús es la encarnación de ese amor eterno. El respira el mismo espíritu sobre sus discípulos para que se levanten y vayan hacia la luz y que den nueva vida.

Todos disfrutamos una palmada en la espalda y palabras alentadoras. Jesús le esta dando a su Primera Iglesia mas que eso, sino una patada en la parte trasera. El mismo Espíritu también esta pateando en la parte de atrás a nuestra Iglesia a todos nosotros. Ya no hay tiempo para estar sentados y estar preocupados o estar preguntándonos quienes somos y que debemos hacer. Las únicas instrucciones que Jesús les dio fueron “Vayan.” ¿A dónde vamos? ¿Dónde esta el caos? ¿Dónde no quieren ir los demás? ¿Dónde debemos llevar luz y vida? ¿Dónde esta la oscuridad y la muerte de nuestras familias, comunidades, y culturas?

Esta no es una fiesta exactamente de consolación. Esta celebración tienes implicaciones, serias de tomar marcha. El Espíritu no es un consolador calientito y que acurruca como una cobija. Nos dice a cada uno de nosotros, “¡Tómense su vida tan enserio como yo!” ¡El estar escondidos ya no esta permitido! Aparézcanse y lúzcanse.

Todos estuvieron llenos del Espíritu Santo, y hablaron de las grandezas que Dios había hecho, Aleluya.”  Hecho2, 4

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