VIACRUCIS
ESTACIONES DE LA CRUZ
Un Ministerio de la Oficina de Ministerios Colaborativos,
UNIVERSIDAD DE CREIGHTON
www.creighton.edu/CollaborativeMinistry/viacrucis.html
Primera Estación:
Jesús es condenado a muerte.
Jesús está en el más humano de los lugares. Ya
ha experimentado una profunda solidaridad con tantas personas de este
mundo, al ser golpeado y torturado. Ahora es injustamente condenado
a la pena de muerte. Su compromiso de entrar completamente en nuestras
vidas inicia su etapa final. Ha dicho “sí” a Dios
y ha puesto su vida en manos de Dios. Le seguimos durante esta entrega
final, y contemplamos reverentes cada lugar del camino, mientras es
destrozado y entregado por nosotros.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Mientras observo la escena, me conmuevo de ultraje y gratitud. Veo
a Jesús. Su rostro. La corona de espinas. Su ropa está
adherida a las llagas de su espalda. Pilatos se lava las manos de todo
el asunto. Las manos de Jesús están atadas a su espalda.
Esto es por mí. Para que yo pueda ser libre. Para que yo pueda
alcanzar la vida eterna. Al comenzar el recorrido pido estar con Jesús.
Seguirle en su camino. Expreso mi amor y mi gratitud.
Segunda Estación:
Jesús carga la cruz
Jesús es obligado a cargar la cruz en la que va a morir. La
cruz representa el peso de todas nuestras cruces. ¡Lo que Jesús
debe haber experimentado al sentir ese peso sobre sus hombros! Con cada
paso penetra más profundamente en nuestra experiencia humana.
Va recorriendo el camino de la miseria y el sufrimiento humanos, agobiado
por ese peso tremendo.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Contemplo el madero de la cruz. Me imagino cuán pesado debe
ser. Reflexiono sobre lo que significa la carga que lleva Jesús.
Veo sus ojos. Lo dicen todo.
Todo esto es por mí. Para que pueda acompañarle en su
camino. En su angustia. En su libertad y entrega. En el amor que llena
su corazón.
Con dolor y gratitud, prosigo el recorrido. Conmovido por el poder
de su amor, me acerco más a él y expreso mi amor con mis
propias palabras.
Tercera Estación:
Jesús cae por primera vez
El peso es insoportable. Jesús cae agobiado. ¿Cómo
hubiera podido entrar tan completamente en nuestras vidas sin entregarse
al opresivo peso de la vida de tantas personas de este mundo? Postrado
sobre el camino, conoce la experiencia de la debilidad que se siente
bajo el peso de las cargas injustas. Siente la impotencia de preguntarse
si podrá continuar. Lo levantan y es obligado a seguir adelante.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Acepto su amor
y expreso mi gratitud
Observo la debilidad que hay en sus ojos. Puedo ver todo su cuerpo
y observar el agotamiento. Cuando le observo derribado, rudamente levantado,
comprendo de una vez por todas que Jesús conoce mi cansancio
y mis derrotas.
Esto es por mí. Con dolor y gratitud quiero dejarle quedarse
allí. Cuando le veo levantarse una y otra vez, recuperándose
interiormente, acepto su amor y expreso mi gratitud.
Cuarta Estación:
Jesús se encuentra con su madre.
El sendero de Jesús le lleva a una poderosa fuente de su propio
vigor para continuar. Toda su vida, su madre le había enseñado
el significado de las palabras: “Yo soy la servidora del Señor.”
Ahora ambos se miran a los ojos. ¡Una espada atraviesa el corazón
de la Madre! ¡Cuánto dolor debe ver Jesús en las
lágrimas de María! Ahora, su sonrisa llena de gracia bendice
la misión del Hijo y conmueve las más profundas fibras
de su corazón. Les unen el amor y la confianza en Dios.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Esto es por mí.
Tan increíble libertad.
La disponibilidad de un siervo.
Busco palabras para expresar lo
que hay en mi corazón.
Cuando les observo en este lugar del camino, puedo contemplar el misterio
del poder del amor como fuente de fuerza. María conoce las penas
que hay en el corazón de toda madre que ha perdido un hijo a
la tragedia o la violencia. Les observo muy cuidadosamente, y anhelo
ese amor, esa paz.
Esto es por mí. Tan increíble libertad. La disponibilidad
de un siervo. Busco palabras para expresar lo que hay en mi corazón.
Quinta Estación:
Simón de Cirene ayuda a Jesús
Jesús llega hasta a experimentar nuestra lucha por recibir ayuda.
Tiene que experimentar la pobreza de no poder llevar su carga por sí
mismo. Pasa por la experiencia de todos aquellos que deben depender
de otros para sobrevivir. Se ve privado de la satisfacción de
llevar esta carga por sí solo.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu cruz has redimido
al mundo.
Observo su rostro y contemplo su lucha interna. Su agotamiento y su
fragilidad. Su impotencia. Observo como mira a Simón, con tanta
humildad y gratitud.
Digo lo que hay en mi corazón,
Con sentimiento profundo.
Esto es por mí. Por eso siento angustia y gratitud. Expreso
mi agradecimiento porque él haya podido continuar su jornada.
Porque recibe ayuda. Porque sabe que yo solo no puedo llevar mi carga.
Digo lo que hay en mi corazón, con sentimiento profundo.
Sexta Estación:
Verónica limpia el sudor del rostro de Jesús.
La jornada de Jesús es a veces brutal. Está pasando por
las terribles experiencias de rechazo e injusticia. Ha sido azotado
y golpeado. Su rostro muestra las señales de su solidaridad con
todos los que han sufrido injusticia y trato abusivo, vil. Se encuentra
con una discípula compasiva y amorosa quien limpia el vulgar
escupitajo y la triste sangre de su rostro. En su velo, ella descubre
la imagen de su rostro – es su regalo. Para que nosotros lo contemplemos
por siempre.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Veo la profundidad
de su sufrimiento
en solidaridad con la carne.
¿Qué me dice el rostro de Jesús? ¿Qué
es lo que veo, cuando observo detenidamente su rostro? ¿Acaso
puedo tratar de consolar la agonía y el dolor? ¿Acaso
puedo abrazarle, con su rostro cubierto por su Pasión?
El velo que contemplo es el verdadero icono del regalo de sí.
Esto es para mí. Maravillado y atónito, observo su rostro
ahora limpio, y veo la profundidad de su sufrimiento en solidaridad
con la carne.
Séptima Estación:
Jesús cae por segunda vez.
A pesar de la ayuda, Jesús tropieza y cae nuevamente. Con profundo
agotamiento observa la tierra en que se apoya. “Recuerda que eres
polvo y al polvo retornarás.” Jesús ha visto la
muerte anteriormente. Ahora puede sentir la profunda debilidad de la
invalidez, la enfermedad y la vejez, allí, de rodillas, bajo
el peso de su cruz.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Contemplo a Jesús en medio de su profunda humillación.
Le observo tumbado sobre la tierra, con los estragos de la agonía,
y mi corazón sale a su encuentro. Guardo su imagen en mi corazón,
sabiendo que nunca más me sentiré solo o desamparado en
mi sufrimiento y en cualquier humillación, por esta imagen de
Jesús postrado sobre la tierra ante mí. Esto es para mí,
por eso expreso los sentimientos de mi corazón.
Octava Estación:
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
Las mujeres de Jerusalén, y sus niños y niñas,
vienen a consolarle y a darle gracias. Han visto su compasión
y han aceptado sus palabras de curación y libertad. Jesús
había roto los convencionalismos sociales y religiosos para establecer
contacto con ellos. Ahora están aquí para apoyarle. Jesús
siente la pena de ellos. Sufre, sabiendo que ya no puede ayudarles más
en esta vida. Conoce el misterio de enfrentar la separación de
la muerte.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Observo sus rostros, tan llenos de amor y gratitud, confusión
y temor. Contemplo las palabras que deben haber intercambiado. Recuerdo
el amor, la ternura, la compasión y la misericordia de Jesús
hacia mí. Me coloco junto a estas mujeres y niños para
darle mi apoyo.
Esto es por mí. Por eso dejo que esta escena me conmueva a una
profunda gratitud.
Novena Estación:
Jesús cae por tercera vez.
Esta última caída es devastadora. Jesús apenas
puede seguir hasta el final. Haciendo acopio de las fuerzas que le quedan,
apoyado por su confianza en Dios, Jesús se desploma bajo el peso
de la cruz. Sus verdugos lo miran como un hombre destrozado, patético,
y sin embargo pagando un precio que merece. Le ayudan a levantarse para
que pueda llegar a la colina de la crucifixión.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Hago una pausa para contemplarle postrado sobre la tierra. Su destrucción
me sana. Su entrega me da vida. Hago una pausa para sentir y recibir
cuán completamente me ama. Verdaderamente se ha vaciado por mí.
Mientras atesoro esta experiencia gratuita, expreso lo que siente mi
corazón.
Décima Estación:
Jesús es despojado de sus vestiduras.
Parte de toda esta indignidad es ser crucificado desnudo. Jesús
es despojado completamente de cualquier tipo de orgullo. Las heridas
de su espalda se abren de nuevo. Experimenta la última vulnerabilidad
de los indefensos. Ningún escudo le protege. Bajo las miradas
que le escrutan, sus ojos se vuelven al cielo.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Hago una pausa para ver como le despojan de sus vestiduras. Contemplo
todo lo que le quitan. Y cómo enfrenta la muerte en su desnudez.
Reflexiono sobre todo lo que me ha revelado sobre sí. Sin reservas.
Cuando le observo en su humildad, sé que esto es por mí,
y comparto mis sentimientos de gratitud.
Undécima Estación:
Jesús es crucificado.
Enormes clavos perforan sus pies y manos para fijarle a la cruz. Está
sangrando mucho más. Cuando levantan la cruz, el peso de su vida
cuelga de esos clavos. Cada vez que trata de erguirse para respirar,
se le escapa un poco más de vida.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Me obligo a observar cómo los clavos perforan su carne. Y observo
su rostro. Contemplo la totalidad de su entrada en nuestras vidas. ¿Acaso
habrá algún dolor o agonía que él no pueda
entender?
Esto es por mí. Jesús clavado en la cruz proclamando
eternamente la libertad a los cautivos. ¡Cuánto dolor y
gratitud llenan mi corazón!
Duodécima Estación:
Jesús muere en la cruz.
Entre dos criminales, con un título burlón sobre su cabeza,
con solamente María, Juan y María Magdalena para apoyarle,
Jesús exhala su último suspiro: “En tus manos encomiendo
mi espíritu.”
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Aquí estoy, al pie de la cruz, junto a toda la humanidad, contemplando
nuestra salvación. Observo y escucho cuidadosamente todo lo que
se dice.
Esto es por mí.
Clavado en la cruz para proclamar
eternamente la libertad a los cautivos.
¡Cuánto dolor y gratitud llenan mi corazón!
Y luego, veo pasar de la vida a la muerte a aquél que me da
vida. Trato de consolar a María, Juan y María Magdalena.
Y dejo que me consuelen.
Ha llegado la hora de expresar mis sentimientos más profundos.
Décimo Tercera Estación:
Jesús es bajado de la cruz.
¡Qué ternura en el dolor! El cuerpo exánime de
Jesús yace en brazos de su madre. Verdaderamente ha muerto. Un
sacrificio profundo, completo.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Observo esta escena al pie de la cruz. Contemplo como María
toca su cuerpo, acariciándolo. Recuerdo a todos los que Jesús
tocó con sus manos, a todos los que bendijo con su cálido
abrazo. Hago una pausa para asimilar todo esto. Jesús conoce
el misterio de la muerte. Ha caído en las manos de Dios.
Por mí. Para que yo pueda amar como he sido amado. Entrego mi
corazón al Dios de toda misericordia.
Décimo Cuarta Estación:
Jesús es llevado al sepulcro.
Llevan el cuerpo de Jesús al lugar de su descanso. La enorme
piedra que sella la tumba es el signo final de la permanencia de la
muerte. En este acto final de entrega, ¿quién se hubiera
imaginado que esta tumba pronto estaría vacía o que Jesús
se mostraría vivo a sus discípulos, o que le reconocerían
al partir el pan? Oh, que nuestros corazones ardan dentro de nosotros,
al comprender que tenía que sufrir y morir para entrar en su
gloria, por nosotros.
Te adoramos, O Cristo, y te bendecimos, ya que por tu santa cruz
has redimido al mundo.
Me detengo un instante a la entrada de la tumba. Este viaje final de
su vida me ha enseñado el significado de este regalo suyo para
mí. Esta tumba representa todas las tumbas que veo con temor,
derrotado, luchando por creer que llegue a estar vacía.
En la plenitud de la fe en el Resucitado, concedida por su propio Espíritu
Santo, expreso mi gratitud por este vía crucis. Le pido a Jesús,
cuyas manos, pies y costado todavía llevan las señales
de su viaje, que me conceda las gracias que necesito para tomar mi cruz
y ser un sirviente de su misión.
Traducción al español de la versión en inglés
del “Online Stations of the Cross” por Eduardo Villanueva,
misionero del ILAC/CESI (Institute for Latin American Concern / Centro
de Educación para la Salud Integral)
Santiago de los Caballeros, Dominican Republic.
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