Retiro “Online”
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Un Ministerio de la Oficina de Ministerios Colaborativos en la Universidad de Creighton.
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Semana 9

Guía

El Amor de Dios por nosotros – La Misericordia de la Sanación

La semana pasada nos entregamos al abrazo del perdón de Dios. Aceptamos y celebramos la misericordia del perdón que Dios nos ofrece para que podamos sentirnos como pecadores amados. Esta semana daremos el próximo paso. Nuestro Dios nos ofrece algo más que perdón. El amor de Dios por nosotros es tan fuerte, que nos sana.

Comenzaremos con el abrazo amoroso de la semana pasada. Ahora daremos un paso atrás, como en la foto, y escucharemos la profundidad del amor de Dios, que nos dice:

“No solamente te perdono, sino que prometo estar siempre contigo, para que nunca estés solo. Ya no necesitarás de tu independencia egocéntrica. Yo sanaré tu orgullo. Te libraré de los patrones destructivos que te atan. Prometo llenar tu corazón con mi amor y con los dones de paz y valentía y pasión por compartir mi amor en el servicio a los demás."

Durante toda esta semana la foto podría simbolizar las siguientes palabras: “Para mí eres una persona preciosa. Yo te sanaré.” Nuestro viaje nos ha mostrado mucha fragmentación. Hemos celebrado el perdón que nos libera de nuestros pecados. Ahora, cada día de esta semana, en esos momentos de “telón de fondo”, nos dispondremos a escuchar la promesa de la plenitud. Es algo personal, y está dirigida a mí.

Trataremos de sentirla durante  toda la semana. Vamos a entregarnos a la experiencia de su poder. En las semanas anteriores, he visto cuán impotente soy, cuán vulnerable a comportarme como un espíritu rebelde, a ser demasiado egocéntrico durante gran parte de mi vida. Durante toda la semana, podré imaginarme el don de la liberación de estos patrones de conducta.

Durante toda la semana, dejaremos que nuestra respuesta surja de lo más profundo de nuestros corazones: “¿Qué le daré al Señor por todos las gracias que me ha concedido?” (Salmo 116: 12). Esto va más allá del sentimiento de gratitud y de la expresión de agradecimiento. Una experiencia de amor poderosa lleva a una respuesta amorosa. El amor siempre nos lleva al deseo de una unión más profunda.

Durante toda la semana expresaremos nuestra respuesta amorosa, y nuestros deseos de estar con nuestro Señor en su amor. Dejaremos que fluya de nuestros corazones.

Como siempre, las sugerencias de la derecha son vitales para la experiencia de la semana. Oremos los unos por los otros – estamos haciendo juntos este retiro – para que esta semana sea una experiencia de ternura sobre la promesa del amor que sana, y una liberación conmovedora de la respuesta y los deseos que se encuentran en lo más profundo de nuestro ser.



Algunas Sugerencias Prácticas para Empezar esta Semana

Esta es la semana en que se unen la alegría verdadera y la gratitud.  Habiendo experimentado una aceptación profunda que sólo puede proceder del Señor, ahora estamos listos para escuchar la profundidad de la promesa ofrecida.

Cuando experimentamos el principio de la libertad espiritual que nace del perdón, podemos caer fácilmente en la tentación del desánimo por lo poco que podemos cambiar en esos patrones tan arraigados en nuestras vidas. Así como me voy dando cuenta de que soy amado y de que siento un profundo deseo de responder amorosamente, también me doy cuenta de que hay ciertos malos hábitos con los cuales debo lidiar, que hay ciertas respuestas automáticas a las cuales me he acostumbrado cuando estoy bajo la presión de la tentación.

Cuando escucho al Señor que me dice que no tenga miedo, empiezo a darme cuenta de que esto no es un programa de autoayuda. Cuando escucho la promesa del Señor: “Yo estoy con ustedes, todos los días hasta que se termine este mundo” (Mateo 28: 20), puedo sentir una calma que me llena. Las palabras “Yo te sanaré”, me dan la esperanza de superar cualquier desánimo.

De manera que la primera y más importante sugerencia para esta semana es mantenernos a la escucha de la buena nueva de que no estamos solos en nuestra necesidad de crecimiento y profundidad, así como de libertad y madurez espirituales.

La segunda sugerencia práctica es ubicar todo lo que me perturba persistentemente –un pecado de mi pasado, un pecado recurrente, un patrón obstinado de desamor,  esa frialdad de mi corazón para con las necesidades de los demás – y pedir la sanación. Pedir como si entráramos al consultorio de un doctor en busca de un tratamiento. Escuchemos las palabras del doctor: “Puedo sanarte”. Hay que tener esperanzas.

Finalmente, durante toda esta semana, dejemos que la respuesta surja de nuestros corazones. Practiquemos las palabras, una y otra vez: “¿Qué le puedo dar a cambio al Señor por todo lo bueno que Dios me ha concedido?”

Cuando la alegría se une a la sensación de libertad y gratitud, es bueno reposar ahí. En ese momento, nuestra plegaria será tan sencilla como la mirada entre dos amantes.


Para el viaje

Cada uno de nosotros puede recordar fácilmente las peores cosas que ha hecho. Al hacerlo, los sentimientos de vergüenza pueden surgir en nosotros a pesar del tiempo que haya transcurrido. “¡No puedo creer que yo haya hecho eso!” “¿Cómo pude haber sido tan estúpido?” “¡Espero que nadie más  recuerde que yo hice eso!”  Estas son respuestas interiores muy sanas a nuestro pasado vergonzoso.

La sanación de los recuerdos no es lo mismo que borrar las fotos de nuestras historias más desagradables. La espiritualidad cristiana debe ser ante todo psicológicamente saludable. Jesús abrazó nuestra humanidad y vivió como nosotros. No podemos exigir o esperar que la gracia del perdón de Dios repare lo que es apropiadamente humano. En pocas palabras, la gracia de Dios del perdón y la misericordia nos permite vivir con nuestros recuerdos de las veces que en el pasado escogimos el camino de la muerte. El recuerdo de nuestros pecados y los pecados que otros cometieron contra nosotros, no quiere decir que no hayamos sido perdonados, ni que hayamos dejado de perdonar a los demás.

Cuando oramos con los Ejercicios, somos invitados a recordar tanto nuestras acciones pecaminosas como las respuestas de la gracia de Dios. Si eso nos hace sentir avergonzados, más deberemos invocar la misericordia de Dios. “Pero donde el pecado se había multiplicado, la gracia de Dios se supermultiplicó.”  (Romanos 5)

Cuando Ignacio nos pide que oremos por “la vergüenza y la confusión” en los Ejercicios, nos hace un llamado a la gracia de ser sinceros en lo que respecta a  nuestros pecados y a confundirnos en lo que respecta a nuestro estado ante los ojos de Dios. Pero hay otra gracia que el Señor quiere que le  pidamos. Debemos no sólo sentirnos avergonzados  por nuestras faltas pasadas, sino también confundidos  ante las respuestas supuestamente injustas de Dios. La misericordia es una gracia injusta, y debemos ubicarnos al pie de la cruz con agradecida confusión ante una respuesta tan “inhumana”. Al considerar todo lo que he hecho en el pasado y lo que posiblemente haré de nuevo, aquí está el Cristo crucificado, ofreciéndome un futuro de Su fidelidad ante mi pasado y ante mi futuro.

La misericordia es perdón y es predicción.  Cada uno de nosotros regresará al pie de Su cruz para vivir de y con nuestro pasado, hasta llegar a Su futuro y el nuestro. “ Nuestro Sumo Sacerdote no se queda indiferente ante nuestras debilidades…”. (Hebreos 4)

Podemos permanecer en la vergüenza de  nuestro pasado, o bien permanecer en la condición progresiva del perdón que nos permite vivir en paz con nuestro pasado, abrazados por el omnipresente Dios misericordioso.


En éstas o en palabras similares

Querido Señor:

¿Cómo agradecerte? ¿Cómo expresarte la alegría y la gratitud que hay en mi corazón? No te bastó con perdonarme. También prometiste estar siempre conmigo, en la salud y la plenitud que tanto deseo.

Señor, cuando me permitiste ver los muchos y complicados patrones de conducta que hay en mi vida, me sentí avergonzado. Entonces me dijiste que ésa no es toda la verdad de mi ser – soy un pecador amado por Ti. Ahora me dices esa no es toda la verdad sobre mi ser. Soy un pecador amado, de camino a la sanación, gracias a la fidelidad de tu amor por mí. 

¿Cómo agradecerte? ¿Qué puedo decir yo, cuando Tú me dices que no me abandonarás, porque todavía estoy inconcluso? ¿Qué sentimientos me invaden cuando me imagino que estoy a tu lado en ese lento proceso diario de sanación?

Así como te has mantenido junto a mí durante este retiro y me has dado libremente lo que mi corazón necesita pedirte, ahora vuelvo a rogarte. Déjame escuchar la profundidad de tu deseo de acompañarme a lo largo del camino de la salud espiritual, de la santidad. Por favor, que comience tu sanación. Deja que tu sanación me haga libre, para que pueda servirte como mereces, entregándote mi corazón cada vez más.

Señor del Amor Fiel, escucha mi humilde oración.


Oración para Empezar Cada Día:

Señor, deseo tanto prepararme bien para este momento.
Quiero estar completamente listo, atento y disponible para Ti.
Por favor, ayúdame a aclarar y purificar mis intenciones.
Tengo tantos deseos contradictorios.
Mis actividades parecen estar tan llenas de agobio,
corriendo detrás de cosas que realmente no importan ni duran.
Sé que si Te entrego mi corazón
todo lo que haga seguirá los dictados de mi nuevo corazón.
Que todo lo que soy hoy día,
que todo lo que trate de hacer hoy,
que todos mis encuentros, mis reflexiones,
hasta mis frustraciones y fracasos,
sirvan para poner mi vida en Tus manos.

Señor, mi vida está en Tus manos.
Por favor, permite que este día sea para alabarte.

Lecturas Bíblicas:
Ephesios  2:1-10
Colosenses
3:10-17
Romanos
5:1-11
Marcus 2:1-12