Retiro “Online” Semana 25 Guía Esta semana nuestro viaje con Jesús sigue creciendo en profundidad. Al aumentar nuestro deseo de acompañarle, e irse aclarando nuestra decisión de cómo llevaremos nuestras vidas, se hace más fácil pasar el tiempo fascinados con el Amado. Tres poderosas escenas del Evangelio de Juan llenarán nuestra semana. Ellas representan una profunda reflexión sobre lo que Jesús significa no sólo para la comunidad que leyó por vez primera el cuarto Evangelio, sino también para nosotros hoy día. Debemos leer estas narraciones cuidadosamente. Necesitamos formar parte de la interacción entre Jesús y los personajes. Queremos adentrarnos en cada pregunta, cada malentendido, cada giro de frase, cada aumento en la tensión, y cada transformación de las personas que participan en cada escena. Entonces veremos cuán cuidadosamente esta proclamación de la identidad de Jesús puede convertirse en algo vivo para nuestra existencia actual. Durante toda esta semana, podremos ponernos más a tono con la dinámica de las narraciones, ya que son parte de nuestro viaje en este retiro. Esta semana nos ayudará a sintetizar lo que ha sido para nosotros la gracia de este retiro hasta la fecha. La mujer junto al pozo, el ciego de nacimiento y Lázaro, el amigo de Jesús, nos representarán y definirán la manera en que hemos experimentado a Jesús durante este retiro. La gracia llegará cuando me dé cuenta de que llevo mucho tiempo junto al pozo y he padecido largamente de sed. Cuando pueda llamar por su nombre a la nueva sed, al Agua que ahora sacia dicha sed, entonces podré sobreponerme a esa resistencia a la confianza. Cuando vea que Jesús se me revela revelándome a mí mismo, poniendo en evidencia mi necesidad de Él como Salvador, me regocijaré y lo proclamaré al mundo. La gracia llegará
cuando reconozca que mis ojos han sido abiertos. Otros no querrán
creer que ahora puedo ver, pero sé que tengo que repetirlo,
a mí mismo y a los demás. Podría experimentar
el rechazo de algunos al proclamar esta nueva visión,
pero en la Luz puedo ver claramente a Aquél que me ha
sanado, y le doy gracias y alabanzas. Utiliza las sugerencias siguientes para dejar que dichas contemplaciones sean parte del telón de fondo de cada día de esta semana. En toda la extensión de la semana, aumentará nuestra gratitud cuando nos demos cuenta de lo que Jesús ha llegado a ser para nosotros. Nuestras decisiones están siendo confirmadas, para unirnos a Él en la totalidad de nuestras vidas; Su amor por nosotros nos trae creciente armonía.
El mejor inicio para esta semana sería estudiar muy cuidadosamente cada una de las tres lecturas. Fueron escritas con mucho cuidado. Estos poderosos retratos de Jesús nos revelan maneras maravillosas de descubrir la misma presencia de Jesús en nuestras vidas cotidianas. La clave para esta semana es dejar que dichas narraciones entren a formar parte del telón de fondo de nuestra semana. Mientras más nos familiaricemos con la dinámica de los tres encuentros con Jesús, mejores frutos cosecharemos al reflexionar durante la semana sobre la dinámica de nuestras propias vidas junto a Jesús. Si tomamos cada narración y la desmenuzamos en nuestras reflexiones, comenzaremos a dilucidar las preguntas que trataremos de digerir durante toda la semana. ¿Por qué la Samaritana fue a buscar agua al mediodía, la hora más calurosa de la jornada? ¿Acaso quería evitar los momentos en que las demás mujeres de la aldea iban al pozo? ¿En qué momentos de mi vida me siento avergonzado, cuando quiero evitar la interacción con los demás? ¿Cuáles son los pozos al mediodía de mi vida cotidiana? Jesús trata de revelar Su sed a la mujer – quizás su sed de intimidad con ella – pero ella Lo rechaza. No se siente digna. No puede ser. Cuando Él le ofrece saciar su sed, ella Lo rechaza. Jesús no podría satisfacer lo que ella necesita, al menos con este pozo, y sin cubeta. ¿Cuántas veces he rechazado a Jesús con excusas, con problemas, con obstáculos? No tengo tiempo; nunca he hecho esto anteriormente; mis asuntos son demasiado complicados; no sé cómo hallarte en medio de este desorden. Cuando Jesús demuestra a la Samaritana que la conoce, ella se da cuenta de que está en presencia de alguien especial – quizás el que ella había añorado toda su vida. ¿Estoy dispuesto a dejar que Jesús me demuestre que me conoce y me comprende? ¿Acaso puedo hallar las palabras para decirle que Él es Aquél a quien yo añoraba durante toda la vida? El ciego de nacimiento lavó el lodo de sus ojos en la piscina llamada Siloé, que quiere decir “El Enviado”. ¿Es Jesús esa piscina donde puedo lavar el lodo de mis ojos, para poder ver? Tan pronto pudo ver, la vida se le hizo muy difícil. La gente se preguntaba si era el mismo hombre antes de creer que ahora podía ver. ¿Acaso me ha cambiado tanto la recuperación de mi vista que otros se sorprenden de la transformación? Todo ese miedo parece rodear la restauración de su vista. ¿Cuáles son mis temores ahora que veo claramente a Jesús y qué decisiones debo tomar para acompañarle? Marta expresa su profunda pena por la muerte de Lázaro, pero su pena está marcada por un toque de recriminación a Jesús: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.” ¿En qué momentos me he resentido ante las pérdidas y he culpado a Dios por ellas, en lugar de verlas como ocasiones para que se manifieste Su gloria? Hasta cuando Jesús dice a Marta, “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá”, a ésta se le hace difícil creer que Jesús quiere decir aquí y ahora, en el caso de su hermano muerto. ¿Cuántas veces he dudado que Jesús sea el dador de vida? Jesús llora ante la tumba. No pone barreras a sus sentimientos sobre la muerte. ¿Acaso estaría pensando en la tumba de Su propia muerte? ¿Le acompañaría yo en ese momento? ¿Estaría yo dispuesto a observar las tumbas de mi vida cotidiana? Jesús grita las liberadoras palabras de vida, “¡Lázaro, sal fuera!” ¿Cómo me grita Jesús esas palabras hoy día? Cada mañana de
esta semana, cuando me levante, me prepararé para el
día. Para el Viaje Uno de los grandes descubrimientos de la vida es la diferencia entre las palabras “posible” y “probable”. Esta semana seguiremos siendo atraídos por los signos de Jesús a la persona y la misión del “Hacedor de Signos”. Jesús hace gestos continuamente para que Él y Sus caminos sean posibles para unos e improbables para otros. En sus primeros doce capítulos, el Evangelio de Juan resalta los “signos”, no sólo del poder de Jesús, sino también de Su deseo de provocar respuestas. Dichos signos son siempre “aparentemente imposibles”. “No tienen vino”. “No hay cubeta”. “Sólo tenemos cinco panes y dos peces. ¿De qué sirven para tantas personas?” Jesús provoca discusión y oposición pasando de lo imposible al signo. Siempre hay tensión en la superficie cuando no existe la tensión interior de creer o no creer. Esta semana de los Ejercicios nos invita a orar con nuestras propias resoluciones y respuestas. Estamos escuchando Su llamado como signos para nuestro beneficio. Nos maravillamos con la Mujer junto al pozo ante este Hombre que sabe todo sobre nosotros. Nos ofrece algo más que un mero descubrimiento. Nos ofrece un agua viva que nos sustentará para siempre. “¿Cómo puede ser esto?” Sabemos que estamos recibiendo una nueva visión para contemplar a Jesús cuando los demás no Lo ven. ¿Acaso Lo vemos como alguien real? “Muéstrenmelo para adorarle”. Ahora Le vemos, ahora no Le vemos. Hemos sido resucitados pero, ¿será ésta la verdadera vida? Hemos estado sepultados por largo tiempo. Las cosas parecen probables pero, ¿acaso serán posibles en la realidad cotidiana? El Libro de los Signos en el Evangelio de Juan nos prepara como discípulos para poder vivir más libremente nuestros valores, confiando en la posibilidad de estar con Aquél que transformó al alienado en creyente, a la ceguera en visión de fe, a la muerte en vida. También rezaremos desde nuestro ámbito de escepticismo. Los signos de Jesús confundieron a muchos y “ya no le siguen”. Nos ha dicho palabras fuertes y nos preguntamos si podemos permanecer “posibles” junto a Él mientras se adentra en mayores conflictos y oposiciones. Rezaremos con nuestros temores mientras Jesús pasa de ser provocador a ser sospechoso, resentido y condenado. Esta semana rezaremos
con Aquél que cambia para nosotros el significado del
agua, de la luz y de la vida. Rezaremos con nuestras atracciones
y nuestros temores; rezaremos con nuestras dudas y nuestros
deseos de seguirle continuamente. “Señor, ¿a quién
iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna.”
Esta semana quiero mantenerme más cerca de Ti, sintiéndome más cómodo con lo que haces y la manera en que desafías a la gente. Me encanta verte tocar, sanar, y consolar a tantas personas. Al principio Te observaba desde la distancia, viendo lo amable que eras con los demás. Luego pude ver lo amable que eras conmigo. Tus palabras de consuelo me hacen entender el amor que sientes por mí. Cuando quieres hablar de manera desafiante, me tomas de la mano y me miras a los ojos, con una calma que me alienta a ser valiente. Siento que me llamas a una amistad más profunda contigo, mi amigo íntimo. Leo en el Evangelio la narración de la mujer junto al pozo. Allá voy, en medio del calor del día, cuando nadie más está cerca. Sólo quiero sacar el agua y marcharme antes de que me encuentre con alguien de la aldea que me rechace o se burle de mí. Sin embargo, corro hacia Ti, que estás sentado junto al pozo, como si estuvieras esperándome. Me invitas a apagar mi sed con otro tipo de agua, y de repente me doy cuenta de cuánta sed y cuántos anhelos hay dentro de mí. Quiero hacer de mi vida algo diferente, quiero deshacer los errores que he cometido. He alejado a Dios de mi vida desde hace tantos años, que me parece que no hay camino de regreso. Y entonces me invitas a beber de Tu agua de vida eterna. Tus ojos están fijos en los míos cuando reconoces mis pecados. Pero ya ninguna de mis faltas tiene importancia. Las has borrado con tu compasión. Todas las razones que tengo para mantenerme alejado de Dios ya no importan. Mis pecados, el sentir que no soy una buena persona, que he cometido tantos errores, nada de esto importa, porque Tú me has invitado a una nueva vida. Tengo una nueva sensación de libertad, la misma libertad que veo en Ti cuando rompes las barreras sociales, hablándole a una Samaritana tan miserable como yo. Siento una ligereza tal, que lo único que quiero hacer es gritar a toda voz: “¡Vengan a ver!” Quiero hablar a todo el mundo de Ti, quiero decirlo a todos aquellos que me han rechazado y que me inspiran temor. Ya no me importan mis temores, porque tengo Tus buena nueva, Tu agua viva, y la libertad que veo en Ti. Gracias, Jesús,
querido amigo mío. Gracias por el maravilloso amor y
por la vida que me brindas. Gracias por sanarme, por amarme.
Como en la historia de Lázaro, lloraste por mí
cuando me separé de Ti, pero nunca dejaste de amarme.
Déjame sentir lo que es experimentar Tu libertad cuando
me ves tambaleante al salir de la tumba, cuando me desatas y
me dejas libre.
Oración
para Empezar Cada Día: Juan 4:3-42 Juan 9:1-41 Juan 11:1-44 |