Retiro “Online” Semana 26 Guía Hemos llegado al punto en la vida de Jesús donde su decisión es evidente. Viajará a Jerusalén. Abrazará Su misión. En el primer Evangelio que fue escrito, Marcos nos pinta un poderoso retrato de dicho viaje. Jesús emprende el viaje desde el norte, procediendo hacia el sur, hasta Jerusalén. Comienza con un milagro dramático y simbólico. Jesús cura la ceguera de un hombre, pero no instantáneamente. Al principio el hombre empieza a ver, pero su visión es distorsionada. Cuando Jesús toca los ojos del hombre una segunda vez, lo cura y luego pregunta a sus discípulos sobre la visión de éstos en cuanto a Su identidad, entonces comprendemos que este viaje es para abrirles los ojos, para que vean quién es y entiendan en qué consiste la misión de seguirle. Por el camino, Jesús predice tres veces lo que le ocurrirá en Jerusalén. Tres veces lo malinterpretan. Tres veces les dice lo que significa ser discípulo Suyo. Finalmente, cuando se acercan a Jerusalén, Jesús se encuentra con otro ciego y, “al instante pudo ver y siguió a Jesús por el camino.” Esta semana, con este viaje, nuestra visión se aclarará sobre la identidad de Jesús y sobre cómo podemos acompañarle a Jerusalén. Una vez Jesús les ha dicho lo que va a ocurrir, Pedro no considera que el rechazo y la muerte en Jerusalén formen parte de la misión de Jesús. Jesús le dice que está viendo como todos los demás, no como Dios ve. Jesús dice que si queremos ser Sus discípulos, debemos renunciar al egoísmo y tomar nuestra cruz con Él. Cualquier intento desesperado de salvar la vida es mortal. Pero poner nuestras vidas en manos de Dios es vital. ¿Acaso nuestro viaje está tomando un camino “para ganar al mundo” y destruirnos en el proceso? ¿O acaso es un viaje libre, generoso y vivo? Después de que Jesús les dice por segunda vez lo que pueden esperar en Jerusalén, se da cuenta de que están discutiendo para saber quién es el más grande – una actividad muy común entre nosotros los humanos. Jesús les dice que la grandeza radica en servir. Se trata de abrazar a los más pequeños que nos rodean – los marginados, los indefensos, los pobres. ¿Es ésta la “grandeza” que busco? ¿Cuáles son los “pequeños” que debo abrazar? A esta distancia en el camino, ¿acaso mi visión se está aclarando? Como buen maestro, Jesús les dice lo que deben buscar en Jerusalén. Esta vez la visión de los discípulos sigue empañada por el deseo de la “gloria” que anticipan en Jerusalén. Se encuentran atrapados entre la competencia y los celos. Jesús les dice que su papel de servidores excluye ese tipo de conducta. ¿Con quién voy a competir? ¿Cómo podría estar al servicio de los demás? Cuando Jesús pregunta, “¿Qué quieres que haga por ti?”, ¿me atrevería yo a responder, “Maestro, que vea.”? ¿Qué es lo que ocurre dentro de mí cuando, a estas alturas del viaje de mi retiro, Jesús dice, “Puedes irte, tu fe te ha salvado.”? Utiliza las sugerencias a la derecha de la página, particularmente los textos evangélicos que hay en la página de Lecturas. Para Empezar tiene sugerencias prácticas para hacer estos ejercicios en medio de los ajetreos de la semana. Para el Viaje ofrece una reflexión profunda sobre la semana. Y, En estas Palabras o Palabras Similares nos ofrece palabras que pueden ayudarnos a encontrar nuestras propias palabras para hablar con Nuestro Señor esta semana. Considera compartir las gracias que recibas. Considera también hacer “clic” sobre la foto y seguir las instrucciones para ponerla como papel tapiz en tu monitor durante esta semana. Nuestro deseo es seguir
a Jesús por el camino que nos queda por delante. Sabemos
que esto implica tomar nuestra cruz, pero ahora podemos ver
con mayor claridad que estamos con Él, como servidores
de Su misión. Esta semana utilizaremos todos los recursos que hemos venido poniendo en práctica desde que iniciamos este retiro. Comenzaremos por estudiar los textos y las lecturas de esta semana. Al empezar la semana, queremos absorber profundamente estas escenas. Comenzaremos cada día recordando qué es lo que deseamos que forme parte del telón de fondo de nuestro día, y pidiendo la gracia que deseamos ese día. Cada mañana, durante unos momentos, quizás al levantarnos de la cama, nos acordaremos del enfoque de nuestro día y pediremos ver a Jesús más claramente, amarle más profundamente, para unirnos a Él más completamente en nuestras decisiones vitales cotidianas. Estamos concentrados en este viaje a Jerusalén y queremos que se convierta en algo concreto para nosotros cada día. Deseamos poder ver y seguir a Jesús por ese camino. Por eso, cada mañana y durante todo el día – cuando me dirijo al trabajo, al comenzar el día, yendo de un lugar a otro, tomando el teléfono, regresando a casa, en los múltiples intervalos de cada día – puedo decir, sencillamente y brevemente, “Querido Jesús, deseo estar contigo. Muéstrame el camino. Quiero ver.” Esta semana debería resultar fácil dejar que estas reflexiones interactúen con los elementos cotidianos de nuestras vidas. No debería resultar difícil descubrir la imagen de Jesús, y Su profundo viaje por el misterio de la vida y la muerte. Podríamos dejar que cada experiencia que tengamos en la semana, en la cual haya algún elemento de conflicto, malentendido, resistencia, falsedad, o crueldad, nos muestre Su camino. Dios llama a Jesús a que lleve a cabo el viaje – sin reticencias. Dios promete a Jesús que caerá en las manos de un Dios Amoroso. Pero, en el camino, deberá olvidarse de sí mismo. Debe decir “sí” a la pobreza y a la impotencia que está experimentando. Su viaje le hace adentrarse en la vulnerabilidad al rechazo, a la humillación. Nuestros ojos permanecerán abiertos durante nuestro día, al reconocer la presencia de dichos elementos. Doquiera que nos encontremos con determinados momentos – ya sean nuestros o de quienes nos rodean – experiencias de oscuridad, pérdida, conflicto, dolor, violencia, injusticia – cualquier tipo de muerte – veremos claramente la profundidad del viaje de Jesús por la experiencia humana. Debería ser fácil mantenernos atentos a los momentos de “ceguera” del corazón esta semana. Podría sensibilizarme a esos momentos en que sentiré cómo la resistencia se apodera de mi corazón o de mi estómago. Me dice, “No quiero hacer esto”. Me dice, “No”. Dice, “¿Cómo puedo evitar esto?” Puedo buscar las experiencias de competencia que se me aparecerán en el camino. Trataré de estar más consciente de la dinámica que define lo que es “grandeza”. Podría observar y nombrar los momentos de lucha por “servir” a los demás durante el día. Nada de esto toma mucho tiempo. Pero requiere más atención. Cada noche, cuando me voy a acostar, podría recordar los movimientos, las reflexiones, y los descubrimientos del día, y dar gracias por los mismos. Esto es muy importante. Con crecientes familiaridad y ternura, pondré sello final al día con palabras que expresen lo que he visto y entendido sobre la misión de Jesús y la invitación que me hace para acompañarle en este viaje de amor y entrega personal. Las imágenes
y los gestos son importantes para apoyar nuestras
plegarias. ¿Tengo una cruz o un crucifijo en algún
lugar de la casa? Si no lo tengo, éste podría
ser el momento de comprar uno y colocarlo en un sitio visible.
Si ya tengo uno en casa, puedo tomar conciencia de observarlo
detenidamente durante esta semana y dejar que se convierta en
un lazo simbólico y un
apoyo para las reflexiones que empiezan y terminan
mi día. Éste podría ser un momento para utilizar
un simple gesto que exprese, con mi cuerpo, lo que estoy tratando
de decir con mis palabras. Durante un breve minuto,
podría abrir las manos hacia el cielo, y sencillamente
dejarlas así, para que expresen todo lo que hay en mi
corazón de entrega, confianza, aceptación, deseo
de intimidad y compañía en Su misión, las
decisiones que se van definiendo en mí, mi creciente
“sí”. Todos podemos sacar un minuto al día, quizás
varias veces al día. Sentiremos una gran diferencia al
reafirmar los dones que estamos recibiendo en esta semana de
clara visión. Para el Viaje Recientemente se han publicado varios estudios y artículos sobre las dificultades que tienen las personas ciegas al recobrar la vista. Vivir mucho tiempo sin ver con los ojos, permite a las personas ciegas adaptarse de tal manera, que volver a ver no siempre es la bendición que aparentaría ser. Recuperar la vista significa una nueva adaptación, y esa novedad puede ser aterradora y paralizante. Esta semana rezaremos con Jesús dando visión física a dos personas diferentes y otro tipo de visión a Sus discípulos. Para ellos, esta nueva visión es tan traumática como cualquier recuperación de la visión física. Jesús se desplaza lentamente hacia Jerusalén, hacia Su destino, y recuerda a Sus seguidores que Su identidad y su destino están ligados a los de ellos. Por supuesto que se resisten; por supuesto que tienen otros planes. Se les pide que reciban la visión de quiénes son y lo que están llamados a ser y hacer. Podemos observarlos, atribulados por ajustarse a este nuevo sentido de la vista. Hemos estado recibiendo, o recuperando, la vista durante las últimas semanas, mientras observamos y escuchamos al Cristo (El Ungido) de Dios. Mientras mayor intimidad logramos con Él, mayores serán las tensiones que pueden surgir. La atracción y la resistencia luchan dentro de nosotros como debió haberles ocurrido a los primeros seguidores de Jesús. Hay profundas implicaciones cuando Jesús penetra en nuestros corazones y nuestras vidas, como las hubo con aquellos primeros hombres y mujeres que Él llamó. Jesús deja muy claro que si realmente Le ven, también se verán a sí mismos. Esta toma de conciencia puede llevar a la auto-negación, o a la auto-aceptación en Él. Hemos rezado con estas tensiones durante las pasadas semanas. Ahora Jesús las vence. ¿Qué es lo que vamos a hacer con esta auto-aceptación? Al acercarse al lugar del destino y la dignidad final de Jesús, los discípulos se sintieron más inclinados a tomar el sendero que bordea a Jerusalén en vez del camino urbano central de la traición y el engaño. Jesús se ha aceptado totalmente a Sí mismo como el Cristo, escuchando el llamado a entregar u vida como regalo de Su Padre. Jesús ha explicado claramente a Sus seguidores que si ellos entregan su vida, ésa es la manera perfecta de seguirle y extender Su misión. De manera que la recuperación de la vista de los discípulos y nosotros mismos, aunque es una bendición, requiere a su vez de un tiempo de recuperación. Seguir a Jesús por nuestra Jerusalén de la fidelidad suscita ciertas preguntas. ¿Y nuestros “qué”? ¿Y nuestros “cómo”? Esas preguntas llevan el eco de las preocupaciones de Sus primeros amigos indecisos. Mientras más dejamos que Jesús se acerque a nosotros, más nos preguntaremos si el “sendero que bordea a Jerusalén” es para nosotros. Esta semana rezaremos con Él y Su frágil rebaño. Estamos allí con ellos y con nuestra verdad. ¿Queremos una visión clara, queremos recuperar la visión, queremos permanecer fieles a seguirle? Rezaremos por la libertad “de” y por la libertad “para”. Hay mucho por qué rezar esta semana. ¿Acaso hay más llamados por ahí?
¿Hasta dónde llega la ceguera de los discípulos? He leído las historias de cómo los Apóstoles te escuchan hablar de lo que significa entrar en Tu reino. Entrar a Tu reino es una prueba, una golpiza, humillación y muerte. Pero los Apóstoles dejaron de escuchar desde que mencionaste la palabra “reino”, y la única respuesta que se les ocurre es preguntar si les tienes reservados lugares especiales en ese reino. Me molesta su torpeza y su insensibilidad. ¿Dónde está
su apoyo? Les acabas de decir cómo vas a morir y Te preguntan
si pueden tener un buen sitio en el reino. Pero Tú les
sigues dando el mismo mensaje una y otra vez: Sean esclavos,
no amos. Sean los servidores de los demás. ¿De
qué les sirve poseer el mundo si se van a destruir? ¿Qué
les puede devolver el alma? Si quieren un lugar de honor, conviértanse
en esclavos y sirvan a los demás… Escúchame de nuevo. Me pides que abandone la idea de que puedo tener control absoluto de mi vida. Me estás invitando a que confíe más en Ti y que Te deje ayudarme con mis luchas. Cada vez que estoy dispuesto a admitir que no tengo que luchar solo, me aproximo más a la aceptación de las limitaciones que me acercan más a Ti. Cada vez que acepto la humildad de mis imperfecciones, estoy dejando atrás el mundo que Te rechaza para acercarme a Ti. Querido amigo Jesús, estoy en una encrucijada. No puedo seguir viviendo con tanto miedo como hasta ahora. Sé que quiero cambiar, pero siento que estoy luchando solo, hasta que me acuerdo de que Tú estás conmigo en esto. Quiere decir que debo renunciar al control y confiar en Ti. Esto quiere decir que debo aceptar que Tú eres mi Señor, y renunciar al dios de perfección y éxito que he seguido por tanto tiempo. Me presento ante Ti con
las manos abiertas, pidiendo ayuda. En la quietud, siento que
estás conmigo si mis palabras son sencillas. Acompáñame,
Señor. He sido sordo a Tu mensaje. Sáname. He
estado ciego a todas las cosas que has querido compartir conmigo.
Sáname. Gracias por llegar a mi vida con tanto poder. Oración
para Empezar Cada Día: Marcos 8:22-37 Marcos 9:30-37 Marcos 10:32-52 |