Retiro “Online” Semana 27 Guía Esta semana observaremos y experimentaremos la culminación ritual de lo que ha sido la vida de Jesús y lo que significará por siempre. Para el acusado de “comer y beber con pecadores”, ésta es Su última cena sobre la tierra. Esta comida representa para nosotros una manera de recordar y celebrar su identidad. Es una alianza de amor que nos nutre para nuestra misión, al darnos el ejemplo de servicio amoroso que marcará nuestra identidad. Esta semana nos desplazaremos hasta aquella escena para observar y escuchar. Formaremos parte de la experiencia, como testigos de la escena. Al hacernos partícipes del memorial anual de la Pascua de liberación de la esclavitud en Egipto, entraremos a esta escena como si fuéramos actores de la misma. Jesús toma Su vida en las manos y nos la entrega. Para que nunca olvidemos el significado de Su vida, el pan de esta comida es Su Cuerpo – apresado, bendecido, maltratado y entregado. El vino es Su Sangre - derramada para el perdón de nuestros pecados. Cuando Jesús dice, “hagan esto en memoria mía”, nos damos cuenta de que quiere que nunca Lo olvidemos, pero también entendemos que nos está llamando a ser apresados, bendecidos, maltratados y entregados, que nuestras vidas sean derramadas en el servicio a los demás. Cuando Jesús se quita el manto y ata una toalla Su cintura, podemos sentir que ha llegado la hora de cumplir Su misión. Cuando dejamos que nos lave los pies, todo lo que hemos hecho en el retiro hasta este momento, queda resumido en este signo de Su amor por nosotros. Nuestra plegaria de acompañarle en Su misión se ve ahora atendida, cuando amorosamente nos encomienda nuestra misión con este ejemplo de amor en el servicio. Con Él, hemos sido transformados – para los demás, tal y como Él es para nosotros. Durante toda esta semana, desde la mañana hasta la noche, en todos los momentos de telón de fondo, el misterio de lo que significa ser maltratado y entregado, ser derramado en el servicio a los demás, cobra vida en nuestros pensamientos, nuestros deseos y nuestros gestos. Utiliza las sugerencias
de la derecha. Rezaremos sencillamente para estar con
Jesús – para que no nos perdamos del gran poder
de Su regalo, para que éste pueda penetrar en nuestros
corazones durante toda la semana. Hemos llegado a un lugar en nuestro viaje donde podemos sentir los efectos de nuestras oraciones, semana tras semana, para ver a Jesús más claramente, amarle más profundamente, seguirle más de cerca, en medio de nuestras vidas cotidianas. Nuestro deseo de estar con Jesús, y los dones del discernimiento y de la libertad para Su misión, quedan unidos en esta contemplación de la Última Cena. Nos ha mostrado Su vida desde un principio, y nos ha invitado a entender y a imitar Su entrega a Dios, cada vez más. Estamos dispuestos a acompañarle en Sus últimos días de vida terrenal. Nuestros deseos y nuestras oraciones se resumen sencillamente en acompañarle, con amor y compasión, cuando entrega Su vida por nosotros. Comenzaremos por leer las narraciones de la Última Cena. En la escena del lavatorio de los pies, Juan pinta un retrato del significado pleno de la Eucaristía, el significado pleno de ser discípulos, en un gesto que revela el significado de la entrega que Jesús hace de Sí mismo para nosotros, como servidor. Es importante dejar que estas imágenes tan poderosas formen parte del telón de fondo cotidiano de esta semana. Viajaremos por esta semana con la imagen de Jesús compartiendo el pan y pasando una copa de vino entre sus discípulos. Quizás con la foto del lavatorio de los pies del Jueves Santo en nuestra pantalla toda la semana, nos hagamos conscientes de esta imagen de Jesús como lavador de pies. Durante toda esta semana, sentiremos y expresaremos gratitud. En medio de situaciones muy ajetreadas y desordenadas, experimentaremos una paz que el mundo no puede darnos. Toda la semana – ya sea de camino al trabajo, andando de un lugar a otro, tomando una taza de café, o sencillamente haciendo una pausa para recuperar el aliento – podemos escuchar Su voz diciendo, “Les he dado el ejemplo; hagan esto en memoria mía.” Jesús está compartido y derramado, para entregarse por completo a nuestros conflictos humanos, para que podamos ser íntegros y convertirnos en pan para el mundo. Jesús lava nuestros sucios pies para enseñarnos que no debemos mantener parte alguna de nosotros oculta a su toque amoroso, para que no sintamos miedo de tocar a otros con Su abrazo compasivo y tierno. Mientras más conectemos los sucesos concretos de esta semana con estos misterios, más poderosa será nuestra contemplación. Cada comida, cada acto de generosidad o servicio, cada gesto de aceptación hacia otra persona, cada “sí” de esta semana, nos pondrá en un contacto más íntimo con estas escenas, en un instante de unión. Quizás podamos dar el toque final a nuestra reflexión con una comida especial que planifiquemos con nuestra familia o nuestros amigos más queridos. Talvez esta semana podamos planificar un cambio de rutina durante una hora para extendernos, para tocar, abrazar, consolar a alguien que lo necesite esta semana. Quizás esta semana podamos hacer una pausa y poner por escrito nuestra propia versión de “En Estas Palabras o Palabras Similares”, para expresar nuestra gratitud. Considera compartir esta semana alguna experiencia, alguna gracia, con otras personas que estén haciendo el retiro. Los dones que recibas servirán de bloques para construir el Cuerpo de Cristo. Si utilizas el “link” titulado “Un Lugar para Compartir”, tus palabras servirán de aliento a otros. Cada mañana y cada
noche de esta semana, podemos iniciar nuestras oraciones con
la seguridad de que Aquél que inició este viaje
dentro de cada uno de nosotros nos otorgará las gracias
que desea parta nuestro bien, para la gloria de Dios, y para
el servicio a los demás. Para el Viaje Estamos observando a Jesús llevar a cabo el plan amoroso de Su Padre para Sí mismo y para nosotros en esta semana de los Ejercicios. Estamos invitados a escuchar, invitados a un diálogo íntimo que tiene lugar cuando Jesús finaliza la última cena que ha tenido con Sus amigos más cercanos. En Lucas 22 : 24, surge una discusión sobre cuál de ellos será el más grande. Es algo muy humano, y la respuesta de Jesús desconcierta tanto a ellos como a nosotros. Los grandes usualmente se sientan a la mesa y los pequeños sirven, “Y sin embargo yo estoy entre ustedes como el que sirve”. Jesús lo ha dicho; les ha dicho lo que ha estado viviendo desde que se juntaron. Cuando volvemos al capítulo 13 del Evangelio de Juan, vemos al Servidor de Dios y la humanidad con una toalla atada a la cintura, arrodillado ante sus amigos, lavándoles los pies. Hacemos una pausa con Jesús a los pies de Pedro, quien no quiere aceptar esta voluntaria humillación. Observamos los ojos de Jesús, fijos en los de Su amigo querido. Pedro ha seguido a Jesús desde que le dijo dónde y cómo coger peces, y desde entonces ha quedado confundido muchas veces. Pero esto parece ser demasiado. Jesús le invita una vez más a seguirle. “Déjame que lave tus pies.” El Servidor está dando inicio a Su más trascendental revelación en estas escenas finales del gran drama de la salvación. Jesús les ha dado una manera sencilla de acordarse de Él y de su amor imperecedero al compartir con ellos el Pan de Vida. También les ha dado un modo de vivir ese recuerdo invitándoles a lavarse los pies los unos a los otros de la manera que sea, diciéndoles, “hagan esto en memoria mía.” El Servidor pide a todos Sus amigos que Le sigan durante los días que faltan para completar Su ministerio de amor a la humanidad. Para nosotros, estos días
serán de gran seriedad al observar y escuchar. Ignacio
nos invita a acercarnos y a dejar que nuestra imaginación
nos lleve en oración hasta Su presencia. Podríamos
arrodillarnos cerca de Pedro, o sentarnos a la mesa compartiendo
el pan y recordando las grandes hazañas de la Pascua.
Le dejaremos lavar nuestros pies, o quizás nos resistamos
a ese amable gesto de ternura. Quizás participemos en
la discusión con nuestros deseos de grandeza, y no sirviendo
en la mesa de Sus hermanas y hermanos.
“Señor, ¡seguramente no Te refieres a mí!” Ésa es mi reacción cuando leo la narración de esa cena Pascual con Tus amigos. Soy amigo Tuyo, y cuando me siento a la mesa, tan lleno de amor y admiración por Ti, me desconciertan Tus palabras de que uno de nosotros va a traicionarte. “¡Seguramente no Te refieres a mí!” Quiero gritar con Judas. ¿Cómo podría yo traicionar a quien me ama tanto? Me conmueve Tu humanidad durante esta cena. La narración comienza diciendo que Jesús había amado a los Suyos hasta el extremo, y esta noche lo siento en carne propia, en este ambiente tan íntimo. Nos has amado a todos, tanto a los que te siguieron muy de cerca desde el principio como a los que nos quedamos rezagados, esperando sentirnos seguros de que realmente venías a salvarnos. Ahora todos estamos reunidos alrededor de Tu mesa, y de repente dices que nosotros, tus amigos más íntimos, vamos a traicionarte. ¡Qué triste Te ves cuando dices eso! ¡Qué agobiado Te ves cuando piensas en los días que se aproximan! Quiero acompañarte en medio de tanta angustia y ansiedad. Quiero permanecer junto a Ti para apoyarte, amigo querido, porque comparto Tus temores. Pero más que nada, quiero asegurarte que nunca Te traicionaré. Entonces te quitas el manto y empiezas a lavarnos los pies. Por favor, Señor, ¡mis pies no! Están sucios y malolientes, y mis uñas están rotas. Quiero dejarme las sandalias puestas, para que nadie me vea los pies, especialmente Tú. Pero tienes tanta ternura al tomarme de los pies y lavármelos. En el momento en que Te inclinas hacia mis pies recién lavados y los besas, me doy cuenta de que Tu amor llega hasta los lugares donde sólo siento vergüenza, esas partes de mí que quiero esconder de los demás: mis debilidades. Nos preguntas si hemos entendido lo que has hecho. Nos has servido lavándonos los pies. Tu reino es de servicio, no de comodidades. Hagan esto los unos a los otros, dices. Finalmente, creo que estoy empezando a comprender lo que has estado diciendo desde hace tanto tiempo. Se trata de cuidarnos unos a otros, lavándonos los pies los unos a los otros y sirviéndonos de la manera más humilde. Me has ungido los pies con Tu beso y me has enviado de viaje para seguir Tus pasos. ¿Acaso podré seguirte? No estoy seguro, Jesús. Sé que Te amo y que quiero ser como Tú. Tengo miedo de traicionarte algún día. Y aunque sé que esto te entristece, mis debilidades son los lugares donde más Te necesito. Es allí donde siempre estarás conmigo. Pero esta noche, déjame
estar contigo, amigo querido. Déjame
cantar un himno contigo al final de esta cena tan íntima,
y salir a jardín para que oremos juntos. Déjame
estrechar Tu mano durante esta larga noche. Siento Tu profundo
amor por mí, y siento la invitación que me haces
a viajar contigo para servir a los demás. Oración
para Empezar Cada Día: Mateo 26:17-30 1 Corintios 11:23-26 Juan 13:1-30 |